DECLARACIONES DEL DIRECTOR

Didy, mi madre, murió cuando yo tenía cinco años y medio. La enterraron en Burundi, lejos de su Ruanda natal. (…) A los siete años llegué a Suiza y crecí con mis tías. Dejé atrás mi país y el duelo por mi madre. A los 16 años, me di cuenta de que era de esas heridas y acontecimientos de donde sacaba mi fuerza. Cuando intentaba encontrar al padre que no me reconoció, me di cuenta de que no me habían contado todo sobre Didy. Impulsado por el deseo de comprender, de acercarme a ella, me propuse reconectar con mis raíces, mi país y su cultura. (…) Desde el principio sentí la necesidad de grabar a mis tías y a las amigas de Didy, de escuchar sus historias marcadas por la guerra, el genocidio y el exilio. Quería archivar sus palabras, conservar un rastro. Las vidas y los caminos de estas mujeres me llevaron hasta Didy y la historia de mi país. (…)

El exilio, el desarraigo, la filiación y la transmisión son temas que obsesionan a toda una generación de ruandeses que viven en el extranjero, especialmente a aquellos como yo, que somos hijos del período «post-genocidio».