Angela Wanjiku Wamai

BIOGRAFÍA

Estudió cine en la EICTV de La Habana (Cuba) y desde hace 8 años como como editora de cine en Nairobi. Le apasiona editar documentales al permitirle observar a los seres humanos. Recientemente ha sido galardonada con el premio a la mejor editora en los premios Women in Film de Kenia.

Tras el guion de I Had to Bury Cucu (2017) -presentada en el Festival de cortos de Clermont-Ferrand-, Angela debutó en 2020 como directora con Dad, are you ok?, estrenada en el Festival Internacional de Cine Femenino de Malmö (Suecia).

Su primer largometraje, Shimoni (El hoyo), se estrenó en Toronto IFF en 2022 y se ha proyectado, entre otros, en IFFR, FESPACO y FCAT. La película recibió el Etalon de Bronze en FESPACO 2023 y el Golden Film Award en el Festival de Cine Africano de Luxor.

A Angela le interesan las historias de hombres rotos y suele explorar en su obra los temas de la paternidad, el dolor y la pérdida.

FILMOGRAFÍA

2018 I Had to Bury Cucu; cortometraje de ficción (guionista)
2020 Dad, are you ok?; cortometraje de ficción
2022 Shimoni (El hoyo); largometraje de ficción

COMENTARIOS DE LA DIRECTORA  

Siempre me ha fascinado la capacidad paralizadora de los secretos; su idoneidad para consumir a individuos, familias y sociedades. SHIMONI nació de esta curiosidad hacia lo que no se dice y sobre el devastador poder del silencio. Otro aspecto que me ha interesado a menudo es la idea de libertad y lo que realmente significa ser libre. Esta curiosidad me llevó a la historia de Geoffrey, un hombre que sufrió abusos sexuales en una sociedad que se ha negado a reconocerlos. Un hombre que sale de una prisión física pero que tiene que intentar salir de otra prisión, invisible, que le ha aprisionado durante mucho más tiempo.  

Escribir SHIMONI fue complicado porque no encontraba la manera de incluir esperanza en la historia. Investigué mucho y lo único que conseguí fue quedarme con una sensación de terror, ya que al observar la sociedad lo único que veía eran hombres rotos luchando en silencio. La película tenía que ser una tragedia y, aunque resultaba arriesgado, otra solución habría carecido de sinceridad. Desde el principio supe que quería que la película se rodara en mi lengua materna (kikuyu) y que transcurriera en un pueblo de la Kenia rural. Hay una crudeza en la forma de hablar cuando hablamos en nuestra propia lengua, es como si la liberásemos. Esto contrasta totalmente con la idea del silencio y de una lengua rehén de los secretos. La yuxtaposición de la gran extensión de tierra en la Kenia rural y el aprisionamiento que siente el protagonista me resultó muy sugerente.  

Más allá de su forma como pieza cinematográfica, espero que SHIMONI suscite una conversación sobre los abusos sexuales a hombres y niños. Espero que el amable caballero que tuvo la valentía de compartir conmigo su historia empiece a ver una salida de la cárcel que se ha construido en torno a los supervivientes de abusos sexuales mediante el estigma y el silencio.